Saturday, August 30, 2008

El más allá, aquí (del baúl de los recuerdos)

Lo encontré ahi, en aquella sala de cine vieja y oscura. Iba entrando al igual que yo, aún no se por qué. Estaba realmente pálido, sus ojos no reflejaban absolutamente nada. Su ropa parecía vieja y su alma... simplemente derrumbada.

Dos años después, volví a sentir esa frialdad, lo miré, lo abracé, lo toqué suavemente. Su piel estaba fría, húmeda. Recostado en aquella cama con las cobijas viejas, su cuerpo desnudo... recuerdo haber recorrido con mis manos aquellas piernas golpeadas por la vida, su espalda, sí, esa espalda tan tibia que al tocarla se estremecía. Él sólo me observaba, con la misma mirada de siempre: ternura y melancolía. Acerqué mi cara hacia la suya, sus labios palpitaban deseo, podía sentirlo, podía olerlo, sin embargo no era deseo de mí, era deseo de muerte, de oscuridad.

Ese primer día, entré a la sala, las butacas estaban vacías, el olor pétrido inundaba mi cuerpo, olor a vacío como a sangre, como a deshecho humano, como a prisa... así huele la prisa. Mis ojos se volvieron a sus pasos, se sentó en la primera fila, en el centro, y yo, justo detrás de él. ¿Porqué sentarse ahí?, solo se veían manchas brillosas en blanco y negro y yo no podía, ni mucho menos quería ver nada. Intentaba sentir cada movimiento, sobre todo quería que mi simple aliento le avisara de mi existencia, no se porque lo quise así, fue como un deseo inmediato de que me tocara, aunque fuera una sola vez.

Mi cuerpo temblaba. De pronto la vista me comenzó a fallar; dentro de la pantalla comencé a ver formas diversas, colores que salían de ella y que me querían llevar... eran luces extrañas que se volvían grandes y pequeñas. Entre ellas descubrí personas a lo lejos, como dibujos animados pero reales, que convivían con animales extraños de otro mundo. Los sonidos comenzaron a hacerse más grandes y distorsionados; como copas de vino que chocan en reversa dentro de un túnel, como voces lentas sin sentido. Al despertar de esa sensación, él ya estaba ahí, junto a mi, y con una pequeña sonrisa en los labios me dijo:

-Ahora puedes ver lo que yo he visto- Tomó mi mano.

Nunca en la vida me había sentido tan plena, era una sensación dispersa pero exacta, como cuando sientes el cansancio y la alegría, como llorar y reír a la vez.

Ese día, en la cama, al mirar sus ojos y sus labios tamblar, tomé su mano, intente transmitirle aquello que un día él me dio, sin embargo no lo logré; ni siquiera existía fuerza entre sus dedos, susurró algo...

-Así se siente cuando la vida se esfuma y se convierte en hielo-

¿Hielo? que me quería decir con eso, si aquel día yo no podía reaccionar, no podía moverme. Mi respiración era tan fuerte que no importaba nada. Suavemente tomó mi mano y la puso sobre su rostro... aquel rostro que parecía duro pudo demostrarme debilidad, ¿acaso era debilidad de mí? o simplemente debilidad del aire. Así fue aquel día, y desde entonces no pude dejarlo.

Cada mañana deseaba despertar con él, entre sus piernas, rodeando cada rincón de ese cuerpo escurrido, siempre adolorido. El dolor... ese día sentí el dolor. Tan intenso como aquel instante, en esa sala oscura llena de ilusiones. Decidí quedarme a su lado, la cama estaba fría. Mis movimientos se desvanecían poco a poco, con olor a miedo... así huele el miedo, y eso me asustaba.

Aquel día al salir de la sala, nos dirigimos hacia este cuarto, bebimos vino sin parar, no se cuánto. Entre risas y deseo nos entregamos poco a poco, despacio, no sentí dolor físico, sino una sensación de esperanza... desear que ese instante fuera eterno. Dormimos abrazados, sus caricias eran cálidas; yo sentía la fuerza de la vida de este ser que ahora, tal vez es otro. Así pasaron los días, nunca regresé a mi casa, nadie sabía nada de mí.

Al final, sentí la muerte en su pecho. No me explico cómo es que sucedió, recostada junto a él miré el techo por instantes... así se siente la eternidad. Solté en llanto con el consuelo de que él despertaría para acariciar mi espalda desnuda, sentarse a lado mío y solo decir "no pasa nada". Sus ojos estaban cerrados, y el frío se hacía cada vez mayor.

Así es como se siente el vacío, ahora puedo ver su silueta dentro de la misma pantalla en la que me hizo ver su destino. La vida es sólo una ilusión y así es como por fin pude sentir la libertad, lejos de él.