Saturday, November 18, 2006

El Cuento Azul...

Después de pensar en la cantidad de colores que se pueden describir en una hoja de papel en blanco y negro, ella llegó a la conclusión de que su mente es azul. Todo lo que ella ve lo relaciona con este color. Cuando se acerca a un árbol, que triste llora por la soledad y la sequía, le cuenta historias de cielo, de mar, de agua, y así, el árbol permanece estático, en su perpetua armonía con la tierra, con las aves azules que ella ve cantar, notas melodiosas que le recuerdan una sensación melancólica.

La lluvia pronto aparece y la hoja de papel se ha ensuciado de cielo, pero aún es incolora. Al llegar a su casa, rodeada de entes iguales, todos azules, enanos gigantes, escucha historias extrañas que no se ubican dentro de su gama de colores, pero ella sigue intentando verlas azules. No puede ni comprende, así que regresa al bosque húmedo que ahora está templado y observa las flores que la rodean, que le gritan alegría mientras ella sigue implorando a la mar, a los peces libres que nadan por su espacio, todo azul, sin reservas, sin lamentos.

Un día decidió alejarse de su bosque y se internó a los caminos azules que la naturaleza brindaba, seguía caminando y llegó a un campo, lleno de flores, pero no eran las mismas flores de tonos azules que había visto antes; éstas poco a poco se deformaban, sus colores cambiaban, brillaban como con luz propia, haciéndose amarillas, rojas, naranjas, moradas... decidió sentarse.

A lo lejos, un hombre con un penacho se acercó lentamente, solo la miró fijamente a los ojos. Ella comenzó a temblar, sintió un miedo muy diferente al temor del peligro, era una sensación de ansiedad, de no saber que hacer. Él, simplemente se sentó de frente y la siguió observando, intentando brindarle un poco de tranquilidad, pero ella observaba toda una vida, una vida diferente que le pertenecía. Otro color, no era azul, ni verde como su abuela, ni morado como su madre. Era un color especial que hacía que pudiera ver todos los demás colores, era inexplicable. El hombre del penacho se acercó más, le tomó una mano y la pintó de su color poco a poco, como la sangre que corre... sintió un alivio. Cerró los ojos y al abrirlos sintió desvanecerse. El hombre del penacho había muerto, una flecha perdida se hundió en su corazón, se desintegró.

En lugar de llorar ella sintió una inmensa tranquilidad, había encontrado la única parte que le faltaba: saber de donde provenía, ser tocada a sí misma para poder observar en realidad lo que era.

Dentro de su casa todo era distinto, lograba observar lo diferente que es la vida, no todo era azul ciertamente, podía ver los colores que la rodeaban, cada uno con su personalidad, con sus sufrimientos, con sus verdades. La hoja de papel en donde describía su vida, sigue siendo blanca y negra. Así fue como aprendió que no todo es igual, sin embargo ella tal vez solo es un cuento que desea ser el azul de siempre.