Monday, November 09, 2009

Derrumbe premeditado

El problema

Hace dos semanas mi roomie y yo notamos que los mosaicos del techo de la cocina se estaban abombando. Es decir, se veía como una bolsa colgante de aire que cada día estaba más abajo y cuarteándose hacia los lados. Después de corretear a la dueña del departamento nos dio luz verde para actuar. Teníamos que hacer algo pronto o en cualquier momento, mientras la noche transcurría, se iban a caer y tremendo susto (en el mejor de los casos).

Tenía que caerse el teatrito, no sabíamos si era humedad o un mal trabajo, pero no queríamos morir con un mosaico enterrado en el cráneo. Ella no quería verme caminar como un personaje de George A. Romero, sangrando y pidiendo ayuda medio moribunda. La cuestión fue que cuando vino el trabajador a quitar los mosaicos colgantes, -según nosotros de una forma delicada y cuidadosa- nos preguntó que si éramos suicidas.

Sería una forma original de morir ¿no? Mientras te preparas una quesadilla o sacas una cerveza del refrigerador, sin que lo esperes ¡zaz! se te rebana el cerebro. Ni tiempo de pensar.

La solución

El trabajador, Don Damián, -un muy jocoso personaje por cierto- dio la solución: pegarle al techo con un palo de escoba, correr hacia la puerta y ver qué tanto techo se caía para después pensar qué demonios íbamos a hacer. Aceptada la propuesta, nos pusimos a cubrir el refri, la lavadora y todo aquello que pudiera romperse, con edredones, almohadas y cartones.

El escenario estaba listo para la masacre, Don Damián agarró el arma y golpeó el techo mientras mi roomie y yo gritábamos y corríamos de un lado a otro como niñas nerviosas.

El procedimiento

La tensión de escuchar caer mosaicos desde el techo fue impresionante, inmediatamente llegó a mí la migraña, y la idea de todo el departamento iba a caerse. Don Damián gritó: "¿Señoritas? prepárense porque se va a caer todo el techo".

¿Qué? ¿cómo que todo el techo? si sólo eran unos 7 mosaicos. El derrumbe se hizo masivo. Don Damián se rifaba en cada paloescobazo y corría mientras yo veía desde la puerta y pensaba: "Chinga, de la que nos salvamos".

Así se fue derrumbando todo el techo, ya ni golpes necesitaba, en realidad fue impresionante y estábamos muy asustadas. Más cuando nos dijo que eso no hubiera durado ni dos semanas más.

El derrumbe





Ahí está, Don Damián terminando el trabajo y los restos de una construcción. No hubo sangre, sólo palabras altisonantes.

La reflexión

Fue tan impactante que al terminar el trabajo, entre polvo y residuos de mosaico, Don Damián nos pidió un tequila. Se lo dimos.

Yo pensaba que en la vida, a veces se requiere sólo de un golpecito para poder derrumbar aquello que está a punto de caer. Así se derrumban falsedades, ilusiones y hasta techos.
Somos frágiles.




Ahora a reconstruir el desmadre, ni hablar.